El asunto es simple: El PRI nunca estuvo muerto ni enterrado. Sus mañas, en vez de erradicarse, fueron muy pronto reproducidas por sus supuestos adversarios.
Álvaro Delgado
El dirigente del PRI, César Camacho, y el titular del Ejecutivo, Enrique Peña Nieto. Foto: Octavio Gómez |
MÉXICO, D.F. (apro).- En medio de los escándalos de panistas y perredistas que se le han sometido, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) cumple 85 años de edad y, pese a la vasta propaganda de Enrique Peña Nieto por hacer creer lo contrario, arrastra en el poder los mismos vicios de siempre.
Perder la presidencia de la República, en 2000, no implicó la democratización del partido de Carlos Salinas, como consta en los gobiernos estatales que ejerció en la travesía de los dos sexenios panistas. El retorno al poder presidencial sólo ha afianzado su vocación autoritaria.